lunes, 12 de octubre de 2009

Gerontocracia y consanguineidad I-

Hacia una descripción no sesgada de la sociedad española del S. XXI

Conforme se va apagando el calentón democrático de finales de los setenta y el discurso bipartidista español pierde fuerza, así como el concepto lleno de claro-escuros de la así llamada democracia parlamentaria se difumina entre una bruma de paro sobrenatural y siempre creciente, nos conviene reflexionar sobre dos rasgos predominantes en la vida española como son la gerontocracia y la consaguineidad.
La palabra gerontocracia define la forma de poder de una sociedad controlada por los ancianos. En estas sociedades el reparto de la riqueza y , sobre todo, de la apreciación del esfuerzo y las capacidades está presidido por el de la experiencia vital. Me refiero a un criterio ya mencionado en este blog con el nombre de “catedrático de la vida”. Esta valoración deforme y contranatural no tendría nada de extraordinario si no supusiese el sacrifico ritual de otros grupos sociales, en este caso de la juventud.

De todos segmentos socio-demográficos , la juventud en España es sin duda el más menospreciado y engañado y ello se debe a varios factores:

1. El desgarro generacional. Allá donde en otras sociedades se habla de relevo o incluso de conflicto, en el caso de la sociedad española se puede hablar de desgarro. Nunca el reparto de derechos y deberes de una sociedad occidental ha sido más parcial y arbitrario que el de la sociedad española del año 2009.
Sabido es que el tránsito de la dictadura militar a la democracia estuvo sembrado de espinas y aguijones de todas clases: se obligó al pueblo a renunciar a la forma de gobierno anterior al golpe de estado, bajo la amenaza de la concordia siempre con la eterna sombra de un nuevo enfrentamiento.

Una vez conseguido que la concordia amenazante implantase de nuevo el regimen monárquico, se procedió a la reestructuración de la vida económica y laboral del país y para ello se instauraron nuevos sindicatos plurales , más inoperantes y anti sindicales incluso que el antiguo y entrañable sindicato vertical y se concedió al pueblo español un premio: la entrada en el mercado común, previa entrega , a modo de trofeo de guerra de toda su estructura empresarial e industrial a Francia, Alemania e Inglaterra en primer término, y al amigo americano en segundo término.
Por su participación activa en el nuevo sistema y debido a su condición de mercado emergente, España fue pasando poco a poco del atraso económico a ser miembro de pleno deber de la Gran Europa, pero a cambio de ceder toda su autonomía , por raquítica que fuese, a éstos países, que dicho sea de paso fueron los mayores aliados, por acción u omisión del General Franco y que posibilitaron a nivel político internacional la permanencia en el poder del hoy denostado Anciano General durante 39años.

El desgarro generacional se remonta a este brusco cambio económico y político y constituye en España un hecho del que nadie habla, un verdadero tabú, al margen de la guerra de clases, hoy diluída, dicen, por movimientos de ascenso y descenso sociales relacionados con el consumo.
De repente de un sistema de cortijo, que se autodefine como tal y en el que lo roles están asignados desde un primer momento se pasa a la sociedad del rendimiento y de la cualificación, al menos de modo institucional, y los de mediana edad de por entonces , deciden , sin que se pueda tachar esta decisión de voluntaria, volver a algo muy recurrente en este pais como es la tradición, los guisos de la abuela y la “universidad de la vida”.
Es entonces cuando España empieza a enfrentarse a un nuevo problema que agudiza más este desgarro generacional: la sobrecualificación.

Existía en este país por aquel entonces, y sigue existiendo un problema relacionado con la percepción desordenada de la causa y el efecto sociales, y de este modo el obrero franquista deseaba que su hijo estudiase en la universidad para ser lo que él nunca había podido llegar a ser por falta de acceso a la educación universitaria. Este análisis hoy nos parece la caricatura hiriente de una época ingenua carente de profundidad de análisis, ya que la mayoría de aquellos obreros nunca se preguntó porqué ese Sr. De aspecto pulcro pero a menudo incapaz y falto de preparación , no sólo era ingeniero de carrera, su jefe, sino que además procedía de una familia asentada en los principios del sindicato vertical o la iglesia. O sea que estos campesinos arrancados violentamente de sus tierra y mandados a las duras ciudades, sin nada a buscarse un futuro en fábricas y talleres pensaban que para ser jefe había que estudiar en la universidad , sin reparar en el pequeño hecho sangrante de que para estudiar había que ser rico. De este modo se enmascaraba un fenómeno de biologización con la apariencia de una competencia profesional.
Y el rico era inteligente y capaz, y tenía la titulación que le acreditaba como tal.

Con la democracia, las familias mandan a sus hijos a la universidad y se produce el fenómeno actual de sobrecualificación y de depreciación inflaccionista de la formación universitaria. Universitarios de familias pobres no ejercerán nunca su profesión ni nada mínimamente relacionado con sus estudios debido al paro estructural que controla la vida económica española desde siempre. (continuará)

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